16 julio 2007

ÁFRICA AMENAZADA


África es consciente de que sus grandes reservas y parques naturales son imprescindibles para su economía. Los grandes ingresos que las economías de los diferentes estados de este continente reciben del turismo dependen en gran medida del grado de mantenimiento y conservación de su preciada fauna y flora. Por ello, una gestión equivocada de estos recursos naturales supone caer en el peligroso "pan para hoy y hambre para mañana".

Cazadores de elefantesLas acciones de los cazadores furtivos, el comercio ilegal del marfil y el cuerno de rinoceronte y los numerosos safaris de caza (que suponen un importante ingreso económico por cada pieza abatida para los estados africanos) están diezmando de manera alarmante la fauna de este vasto continente. Además, a estos problemas hay que añadir la aparición de plagas y enfermedades, hasta el momento desconocidas, que están afectando gravemente a los animales africanos, especialmente a la población de leones.

El continente africano se ha convertido en un importante destino turístico gracias al atractivo de su fauna y flora. África es, actualmente, la última reserva de grandes mamíferos; en sus grandes reservas naturales como Masai Mara (Kenia) o Serengeti (Tanzania) aún se pueden contemplar leones, rinocerontes, guepardos, leopardos y búfalos en estado salvaje. Sin embargo, las acciones de los cazadores furtivos, la caza legalizada para los turistas y las devastadoras guerras y convulsiones que en los últimos años afectan a este continente amenazan la supervivencia de estas especies, que si nadie lo remedia quedarán relegadas a los zoológicos o convertidas en trofeos de caza.


Los cazadores furtivos.

La caza furtiva en las grandes reservas naturales africanas surgió en el mismo momento en que comenzaron a aplicarse las primeras restricciones en esta área. Esto sucedió en 1963, año en que se estaban matando, sólo en Kenia y de manera anual, un total de 7.000 elefantes y 2.000 rinocerontes. Los animales que más están sufriendo las actuaciones de los cazadores furtivos son el elefante, debido al lucrativo comercio ilegal del marfil, del que sólo quedan unos 600.000 ejemplares en toda África, y el rinoceronte, por la utilización de su cuerno como potente afrodisíaco en el mercado negro asiático, del que sólo quedan 7.560 ejemplares. También los felinos están sufriendo este acoso por sus apreciadas pieles, así como para disecar sus cabezas y emplearlas como elementos decorativos.

El principal problema de la caza furtiva es que en los países africanos más pobres, como Sudán, los gobiernos permiten esta situación y no imponen castigos a estas prácticas. Esto se debe a que, cuando los cazadores matan al animal le arrancan la piel, el cuerno o los colmillos, pero dejan la carne del animal abandonada. De este modo, la carne es aprovechada como alimento por la población cercana y, en muchas ocasiones, los mismos vigilantes forestales de las reservas o las tribus cercanas pactan con los furtivos esa carne a cambio de que no los denuncien.

La actividad de los furtivos es especialmente intensa en las reservas y parques nacionales, dónde la caza es más abundante y las grandes extensiones de terreno hacen más difícil que sean localizados por las autoridades. Además, suelen provocar grandes incendios periódicos en las reservas naturales (como viene sucediendo desde hace años en Zimbabwe) para que los animales huyan del fuego y se refugien en zonas despejadas, en las que es mucho más fácil abatirlos.

Sus métodos de caza son excesivamente crueles, ya que se van obligados a utilizar armas o herramientas que no hagan ruido (para evitar alertar a los vigilantes del parque) y que no perforen la carne de los animales, en el caso de que se busque sacar rentabilidad a sus pieles. Los métodos más habituales son las emboscadas en los pozos y charcas a los que la fauna acude a beber, el disparo de flechas envenenadas o el estrangulamiento por medio de alambres.


El problema del oro blanco.


El comercio del marfil ha sido el principal causante de la drástica desaparición de los elefantes africanos en los últimos diez años. Cada año se matan, aproximadamente, un total de 70.000 ejemplares de esta especie, la mayoría de modo ilegal. De hecho, se estima que anualmente llegan a venderse los colmillos pertenecientes a un total de 70.000 elefantes.

La prohibición del comercio del marfil no ha servido para frenar la matanza de elefantes, sino para elevar el precio del marfil y aumentar el número de cazadores furtivos. La comunidad internacional observa impasible como países como Burundi, que carecen de elefantes dentro de sus fronteras por haberlos extinguido totalmente, obtiene importantísimos ingresos con el comercio ilegal de marfil procedente de las matanzas que sus furtivos realizan en sus fronteras con el país vecino, Tanzania.


Información aportada por Esther (http://www.mujeractual.com/)

1 comentario:

Anónimo dijo...

:)
Me alegro de que esto siga adelante. Un beso abel!!!!